Más Allá de la Ciencia y de la Fantasía

Alcancemos el Porvenir (Editorial)
EL destino de la humanidad, según algunos, es morirse de hambre. Hambre en el sentido más cruel de la palabra: falta de alimentos suficientes. El razonamiento de estos pesimistas no es nuevo, y es fácil encontrarle cada día nuevos elementos de apoyo. El argumento se basa principalmente sobre un hecho irrefutable: que la población del mundo aumenta cada año en 25.000.000 de personas (es decir de bocas por alimentar) y que este aumento, naturalmente, será cada vez mayor con el correr del tiempo, de acuerdo con la regla del interés compuesto. Al mismo tiempo, el progreso de la medicina resta a la muerte cada año mayor número de personas (o de bocas), salvando cada vez a mayor número de criaturas recién nacidas, de víctimas de enfermedades contagiosas, de ancianos que ven su vida prolongada más allá de lo que era posible anteriormente. Si esta tendencia no es contrarrestada, un día u otro la raza humana estará
hambrienta. Los progresos de la agricultura son sensacionales, pero a la larga no pueden compensar el desarrollo teoricamente infinito de la demanda de artículos alimenticios. Hace 150 años, Malthus, impresionado por el mismo problema, llegó a la conclusión de que no existían sino dos posibilidades de salvación para la humanidad: una era el control y la limitación de los nacimientos, y su alternativa, una serie perpetua de guerras, carestías y epidemias, que redujeran el número de hombres, tal como los impuestos reducen el circulante y curan la inflación monetaria....